Llueve y.
Algo así como besar cuenta atrás. ¿Qué haces? ¿Besas apurando hasta el último verso o vaso o beso? ¿O atropellas tu lengua con los dientes para alargar el penúltimo beso?
Nos soñamos, nos
pensamos tantas veces, tanto tiempo pasó, tanto amor nos rozó sin quedarse,
tantas flores, tantas margaritas deshojamos, tanta duda colmó tu cama ocupada,
tantas veces te hablé de la lluvia sin decirte nada hasta que un día viniste y
me dijiste que llovía y que te acordabas de mí, tanto te quise entonces, tanto
me doliste a la vez. Nos pensamos, nos contamos tantas mentiras, nos fuimos
tanto, nos abandonamos, te dejé irte y tú te fuiste porque yo siempre me
quedaba y entonces dejé de esperar y tú volviste a arañarme y a dejarte crujir
y yo te dejé arañarme y dejarte crujir. Nunca dejabas de irte, nunca cesabas en
tu empeño de no querer historias enteras, tu costumbre de llevar siempre
deshilachadas las costuras, tu manía de arrastrar los nombres a la hecatombe de
esa forma tan dulce, tan adictiva, tan tristemente feliz. Nunca te pedí que te quedaras, nunca dejé de
escribirte hasta que viniste reclamando tu papel de musa, nunca te pedí un
después, nunca te quise tener de vuelta, nunca firmé un mañana. No pienso, no
pienso en tu cara, no pienso en cómo es, así, tan bonita y tan sutil y tan
pequeña, tan inusitada, tan inherente a lo imposible, no pienso en cómo me
besabas, no pienso en tus promesas que odio no haberme creído porque ahora
necesito llover y no sé si tengo motivos, no pienso en el momento en el que te
vi despeinada y sentí que eras más guapa que el invierno y no pienso en la
ternura que me produce verte vestida, no pienso en cómo te abracé por la
espalda al despertar y tampoco en que fueron mis rodillas las terceras en
probar tus besos. No pienso en tus promesas muertas el día después ni en todo
lo que me pediste cuando el amor, o lo que quiera que sea esto, te pillo de
espaldas y te golpeó brutalmente el pecho y quisiste volar tan lejos, y
llevarme contigo, y dejarme caer, y volver a recogerme. Siempre a ras de suelo,
pero sin tocarlo. ¿O era a ras del cielo?
Ciega, siempre
estuviste tan ciega. Ciega, siempre estuve tan ciega.
Algo así como describir
un beso entre paréntesis.
Te gustaba hablar del
invierno, pero entre tus pestañas se intuía tu adicción a las flores y en tu
revolución primaveral asaltaste mi espalda para vaciarla de margaritas
analfabetas y volcar tus besos, tan llenos de saliva. Estabas tan llena de agua
y yo tenía tanta sed, tú lo sabías y viniste con más de mil besos, eso dijiste,
más de mil besos. Estiraste esa noche y creamos una vida paralela entre tu pelo
y mis dedos. Te vi desnuda y la inspiración colisionó en mis ojos, jamás volví
a mirar igual. Hablabas, decías tanto, yo quería saber tanto, cómo podías ser
tan eterna y a la vez tan fugaz, cómo podría volver a escribir algo que
estuviera a la altura de tus embestidas, de tu voz y de tu manera de dormir,
cómo despertar sabiendo que en algún lugar del mundo estás recogiéndote el pelo
de esa forma, cómo seguir ocultando mis secretos si tú les has puesto nombre.
Entonces empezaste a tallar palabras por mi cuerpo, a abrazarme con los
dientes, a quedarte con mis piezas sin saber que, maldita sea, te pertenecían
desde hace mucho. Me invitaste a acariciarte bajo el agua e inventaste promesas
de un solo día, y sin creerte te creí. Llegamos tan rápido a tenernos, nosotras
que siempre anduvimos lento, y entonces nos hicimos el amor o hicimos amor, aun
no sé bien. Tan suave te besé, tan lento me abrazaste. Te empeñaste en
mantenerme a salvo esa noche, tuvimos las manos calientes tantas horas, te hice
un ovillo para que cupieras en ellas y entonces, solo entonces, te dormiste, y
a mí me empezó a temblar el pulso y me flaquearon los párpados, atrapé tu forma
de respirar, se te notaba en paz, como si estuvieras realmente donde querías
estar, y te miré como se miran las estrellas fugaces: con los ojos cerrados. Te
prometo que me asusté tanto al tenerte llena en mis manos, te prometo que me
asustó tanto sentir que no quería estar en ningún otro lugar más que en ti, me
asustó tanto sentirme tan completa que nunca más volvería a sentir vacío, y
entonces cómo volverme a llenar, y entonces cómo vaciarme de ti, me asustó
tanto pensar que solo podría escribir sobre esto, me asustó pensar que algún
día la memoria fallaría y entonces cómo rescatarte, y entonces cómo
rescatarnos. Me tocaste todo el cuerpo y tus manos de repente fueron colosos
llenos de ternura, me respiraste el pelo y escuché dulzura entre sístole y
diástole, te volviste un gigante, tú que siempre fuiste tan pequeña, e
inundaste aquella habitación de sinestesia.
No te miento si te confieso que viví esa noche. En mayúsculas y, por primera vez, en presente. Tú, siempre tan pretérita. Te volviste presente.
No te miento si te confieso que viví esa noche. En mayúsculas y, por primera vez, en presente. Tú, siempre tan pretérita. Te volviste presente.
Y.
Entonces.
Nada.
Nunca fue tan fácil
echar de menos como cuando.
(Usa mi nombre solo para salvarte)